sábado, 24 de abril de 2010

Cuba, chico. Ven a gozal...

Cuando la espera se acortaba y faltaban apenas algunos días, mi ansiedad era notoria. Cualquiera diría que estaba a punto de emprender un viaje.
Lo que sabía acerca del lugar al que iría no era más que una vaga idea de lo escuchado y visto por tv, o lo que alguien alguna vez me había contado. Pero tenía muy claro que la cosa sería diferente. Quiero decir, hasta ahora solo contaba con información subjetiva. Me moría de ganas por tener mi opinión basada en la propia experiencia.
Visto que era muy poco lo que realmente sabía, decidí buscar información en internet acerca de la situación del país. Así pude enterarme que la gente era muy feliz viviendo allí, a pesar de la pobreza y que la situación no les impedía seguir adelante con sus vidas.
Cuanto más leía, más ganas me venían de viajar y comprobar o desmitificar esta idea.


Al llegar al aeropuerto José Martí, enseguida nos aborda una señora y nos ofrece un bus para llevarnos hasta Matanzas. Nos llevaría directamente hacia aquella región al oeste de la isla. El precio es bastante bueno, pero como recién llegamos, tampoco tenemos una referencia para comparar. Nuestra condición de turista nos delata enseguida y pueden estar aventajándonos, el que no sabe es como el que no ve.
La ansiedad al abordarnos y convencer de que subamos al micro dice algo más, pero lo tomamos igual. “¿Ese exceso de bondad es solo su manera de trabajar, o se trata de otra cosa?”.
“ Sean los uruguayos tan desconfiados como valientes”, pensamos y subimos.
Los autos de los años 50’ y los carteles con mensajes a favor de la revolución al costado de la ruta, me hacen caer en razón de que llegamos…



Estoy cansado de escuchar que Cuba es un paraíso y que la gente vive contenta a pesar de no disponer de los recursos básicos. Junto a algunos estudiantes viajamos en Octubre pasado para participar de un congreso de facultades de comunicación social. Primera dualidad, en un país donde la libertad de expresión es más un mito que una realidad.

Lo que me tocó vivir allí fue suficiente para darme cuenta de que lo que se muestra y se sabe no es más que una máscara de la cruda realidad que viven los cubanos a diario. Ni tan comunista, ni tan socialista; aquello es una dictadura, si la gente lo acepta es porque no tienen otra opción.

He de justificarme. Pues bien, sigamos rayando el bloc: ...Cuba libre

Cuba libre

“No se si estoy de acuerdo, en realidad toda la vida he vivido así y no tenemos alternativa”: me confiesa Oscar mientras abre un coco con un machete. El es dueño de una casa en Matanzas habilitada para recibir turistas; la primera noche que paso aquí ya me sorprendo al escuchar comentarios de descontento hacia la política castrista. Al poco rato, tomando ron de la botella con muchachos de mi edad en la salida de un boliche, me confirmaban lo anterior: “Esto es un calvario, Alesis, no hay opción de elegir. No se puede trabajar, aquí lo que se hace es trabajos en negro para la gente; yo por ejemplo, pinto autos. Así nos retribuimos los favores y nos ayudamos entre nosotros”.

Esta forma de ganarse de la vida ilícitamente es una de las tantas caras ocultas en este régimen. Curioso resulta darse cuenta que ante cada verdad, hay una mentira por detrás convirtiéndose todo en una doble realidad insoportable.

Renta legal/ilegal
Los propietarios legítimos de las casas alquilan las habitaciones para recibir turistas. Así las afortunadas familias logran ingresar algunos dólares más a su hogar y se convierten en los privilegiados de la clase media-alta. Esta actividad es regulada estrictamente por el estado que si encuentra alguna irregularidad pone multas casi imposibles de pagar. Los impuestos son tan altos que muchas veces los ciudadanos declaran menos habitaciones de las que tienen para alojar turistas.

Una noche en Trinidad, pueblo turístico metido en medio de las sierras, vivimos una desagradable experiencia: Pasada la medianoche entraron agentes de policía para controlar los servicios que presta la dueña de la casa. Nos despertaron, hicieron algunas preguntas, revisaron nuestros pasaportes y se fueron. Al otro día nos enteramos que a la dueña la multaron con u$s 1500

Extrema pobreza/riqueza
La gran mayoría de sus habitantes vive en la miseria que contrasta con la situación de algunos pocos que viven una lujuriosa vida. Es espeluznante la diferencia que existe entre la zona residencial de los embajadores y miembros del partido revolucionario, que parece Berberlly Hills, y La Habana vieja. Puede que allí los edificios estén restaurados a la perfección y acondicionados al mayor placer burgués pero aquí se caen a pedazos.
"Fidel actualmente vive sus últimos días en una mansión de su cayo privado en la costa isleña, me dice Jesus al volante de un coche habilitado por el estado para llevar turistas por los descuidados caminos que recorren la isla. Además agrega: “Datos como ese se saben pero se ocultan ya que nadie debería saberlos. Otra de las tantas inentendibles realidades en las que está inmersa nuestra cultura”. En el trayecto Trinidad-La Habana me confiesa, señalando unos niños pobres al borde de la ruta: “Yo creo que Fidel no debe estar ni enterado de lo mal que vive este sector de la sociedad, ni de cómo empeoró la situación luego con Raúl…”

Materias primas y alimentación
En el mismo viaje, refiriéndose a los campos cultivados a nuestro alrededor, Jesús me dice: “Ese café y tabaco producido aquí se exporta todo. No vemos nada de eso en nuestro hogar, nada queda para consumo interno. Al menos no para la mayoría de la población”.

"Muchas de las materias primas producidas en el país se exporta a beneficio de una minoría, aquella que maneja la economía del país y mantiene al resto de la población en un constante deterioro." Por eso casi no se ofrece carne en los menús de los restoranes al alcance de la población y mucho menos en los hogares, donde prácticamente no se toma leche. Eso sumado al escaso café disponible en los pocos mercados que hay y la casi inexistencia de frutas y verduras.

Los precarios desayunos en las casas de las familias son imposibles de comparar a los nuestros.
Los precios suelen estar en pesos convertibles cubanos (CUC), que es la moneda que utiliza el turista. Sin embargo quienes trabajan cobran en pesos cubanos, equivalente al peso uruguayo, y así la vida se vuelve bastante cara para los habitantes.
Los cubanos menos favorecidos se alimentan muy mal sin tener tampoco muchas opciones: hoy quizás coman baratas salchichas o un sándwich de cerdo, en los incontables puestos de “perros calientes”, pero mañana es probable que repitan el menú. Ni hablar de comer una manzana y mucho menos un tomate.
La mala alimentación se refleja directamente en el aspecto de las personas que, al comer desbalanceado, sufre un deterioro notable. Sin llegar a la obesidad, mucha gente presenta problemas de sobrepeso al nivel de, año tras año, presentar deformaciones en su cuerpo.

En Varadero, recorro la ciudad a pie buscando naranjas y frutos tropicales, pero lo único que encuentro son algunas bananas. Fue muy difícil lograr que la gente me orientara hacia algún supermercado para comprar frutas.
“¿Frutas? Aquí tienen bananas” me dicen, “No, gracias, necesito frutas que tengan jugos como ¿naranjas, mandarinas…?”. Primero me dicen que es imposible, ese tipo de frutas no se venden en los mercados. Luego, ante mi insistencia, intentan darme indicaciones pero ninguno logra su cometido y terminan por enviarme hacia cualquier dirección. Ellos están acostumbrados a transportarse en bici-taxis: delante uno pedalea y detrás pueden sentarse una o dos personas más. Estos rodados también son habilitados y controlados por el estado. Solo los cubanos están permitidos a viajar en ellos y por más que uno insista, se resisten a llevar turistas, ya que pueden ser multados. Otra de las tantas contracaras de este país porque el turismo es el principal ingreso para los cubanos.
Varias veces en el trato con las personas noté que las conversaciones debían ser en un marco de diálogo bastante claro. Es decir, si uno los complica demasiado no saben cómo responder. Me pasó cuando le pedí cambio a la cajera de un bar o cuando pregunté para modificar los ingredientes del menú elegido. No entendieron porque les pedía tal cosa.
Son personas que nunca salieron del país ni saben exactamente qué sucede más allá de los límites de la isla, porque quizás tampoco estudiaron en la universidad. Evidentemente, sus límites no van más allá de los de la isla.
Con respecto a las frutas cítricas, me terminé consolando con un jugo en caja, ya que me fue imposible encontrar una sola naranja.

“Disculpe, ¿existe la libertad de expresión?”
Muchos no tienen dinero para comprarse un pasaje e irse del país, ni tampoco para empezar una vida afuera, pero eso poco importa: están condenados a vivir toda su vida en la isla. No se les permite viajar y mucho menos saber cómo viaja la gente por el mundo ya que no tienen acceso a Internet.

Tampoco es suficiente la información en los diarios que les permita hacerse una vaga idea de cómo es el mundo porque las noticias y los informativos televisivos no informan democráticamente.

En los diarios solo se leen noticias de países sudamericanos de régimen socialista como Venezuela, Bolivia, pero poco del resto del mundo. Las opiniones también son segmentadas ya que solo aparecen aquellos testimonios que estén a favor del régimen. Recuerdo uno que me llamó mucho la atención, fue en el periódico local “Gramma” del 2009-12-17. En la contratapa un chico declaraba su respeto y su admiración por Fidel porque había sido aceptado para estudiar en Cuba. El muchacho es norteamericano…
La libertad de expresión no existe y esto significa mucho más que coartar la posibilidad de cualquier ser libre de decir lo que quiera o sienta. Nadie puede desarrollarse, poner un kiosco ni criticar la política.

La experiencia vivida en el XIII Encuentro Felafacs de facultades de comunicación social habla por sí sola:
En una de las tertulias un estudiante mejicano cuestionó porqué los cubanos no tenían acceso a Internet. Al concluir la jornada dos oficiales lo estaban esperando en la salida para “acompañarlo”. El chico fue deportado del país horas después.

Educación y salud para todos pero no gratuita
Todos los cubanos tienen la posibilidad de cursar estudios terciarios ya que no pagan por ello. La educación es libre y todos pueden obtener un diploma universitario. De todas maneras, para los chicos que vienen de los pueblos cercanos a la capital, se torna complicado debido a los elevados costos que insume. Asimismo, existen incontables ingenieros y doctores, maestras y abogadas, dentistas y artistas vagando en las calles. Si tienen suerte, manejan un taxi o atienden a los turistas en bares y cafeterías locales.
Muchas de las chicas que no logran recibirse por diferentes motivos, tienen que dedicarse a ser jiniteras, como le dicen a quienes practican la prostitución.
El país no avanza, literalmente ha quedado en los años cincuenta. La gente, al no tener demasiada libertad de acción, pasa las horas matando el tiempo con amigos en las esquinas. La desesperante quietud se transmite en sus miradas. Si bien no tienen la posibilidad de trabajar reciben por parte del Estado un sueldo de menos de US$ 20 que no les permite llegar a fin de mes.


Lo de la salud gratuita cada vez más lo miro con más escepticismo. La primera noche que pasé en Trinidad, Mariana me cuenta que es madre de dos adolescentes y que al mayor de sus hijos lo habían internado por precaución por tener síntomas de la gripe A. Luego de algunos días, y tras pasarse el caso entre varios doctores, lo dejaron en observación unos días más. Cuando lo diagnosticaron, tuvieron que esperar 48 hs para recibir los medicamentos adecuados.
Ante mi pregunta de si deseaba otra realidad para sus hijos me contesta: “Aquí un grupo de personas por dos mil euros te llevan hasta Ecuador. No tengo ese dinero a menos que venda mi casa pero eso tampoco me da la garantía de tener éxito en un país desconocido. Encima no podré volver nunca más a Cuba…”

(sigue abajo)

¿Libre de que?

Autos al servicio del turista
Todo el que tiene un coche, heredado o dispuesto por el gobierno, ya que no pueden comprarlo, lo utiliza de taxi esté como esté. Muchos son ilegales porque de otra manera deben pagar altísimos impuestos. Estos sí que andan con cuidado por las calles; si algún policía los agarra, llevando turistas sin la licencia correspondiente, corren el riesgo de ir presos.
Un día acordamos con un hombre que por cinco dólares nos llevaría hasta el centro desde el Palacio de las Convenciones, donde se desarrollaba el congreso. El destartalado coche se apaga en la mitad del trayecto, justo frente a dos oficiales de policía que no notan el infortunio. El conductor se baja y comienza a empujarlo calle abajo.

“Hacia la sombra”, asegura, pero supongo que es porque no quería que los policías de tránsito se dieran cuenta de su delito: no tenía licencia para transportar turistas. Abrió el baúl y sacó una botella plástica con apenas un poco de combustible. Se lo echó al tanque y al ver que el auto no revivía, frenó un taxi y le pidió al conductor si podía completar nuestro viaje.

Turismo sexual
El turismo sexual en Cuba es cosa del diario vivir, de todas partes del mundo llegan extranjeros buscando este tipo de placer. El jineterismo es práctica común de la mayoría de las mujeres y de homosexuales. Convirtiéndose en otra de las tantas contradicciones ya que se prohibe la prostitución pero se permite practicarla, al menos la ley hace la vista gorda. Existe una industria desmesurada en torno a esta actividad que involucra a todos los estratos de la sociedad. De esta manera, sobre todo las chicas mas jóvenes, obtienen dinero del codiciado turista para solventar sus gastos.
Entonces el turista se convierte en una excelente fuente de ingreso. Las chicas se toman el tiempo de ponerse a charlar contigo porque seguramente consigan con su encanto sacarte cincuenta o sesenta dólares por un rato de sexo. Lo más curioso es que todo lo hacen en un constante apuro y con la ayuda de su “chulo” (proxeneta). Muchas veces la gente del lugar es la que mira si no vienen policías ya que de verlas trabajar de esa manera, las pueden apresar. La represión es constante por lo que si no se unen y ayudan entre ellos para ganar algunos dólares más, no escapan al asedio de la policía.
Mi evidente pinta de turista me delata. En cada lugar que voy recibo incontables ofertas para tener sexo a cambio de dinero.

Muchas veces les ofrezco solo tomar algo y conversar un poco ya que me interesa saber que piensan acerca de la situación social o de la suya en particular. Igual estas chicas no se contentan solo con tomar una cerveza. Estarían perdiendo el tiempo, seguramente encuentren algún turista que pague esa suma de dólares que exigen por su compañía.
Una noche en Matanzas se me acerca una chica con aquellas intenciones que yo conocía. Luego de mi negativa, le ofrezco tomar algo y poder conversar un poco. El tiempo que demoro en ir hasta la barra y volver donde la chica es suficiente para que los policías, vestidos de civil, vayan hasta ella y se la lleven del lugar. No creo que haya caído presa porque seguramente los oficiales le hayan pedido algún “favor” a cambio a la chica. Práctica común en el país donde el gobierno asegura que no existe la corrupción, sin embargo todos te confiesan que así es como trabaja la policía.

Hipocresía cubana
Muchos hombres se te acercan para ofrecerte desde un taxi, cigarros o ron, hasta mujeres. Incluso llevan consigo un catálogo con sus fotos. Así intentan caerte bien de alguna u otra manera y conseguir que les des algo, lo invites a una cerveza o le des plata para comer. También sirve cualquier ropa, un jabón o incluso un poco de champú.

De esta manera las relaciones pasan a ser tan vacías y superficiales que ni ganas dan de ponerse a hablar con un cubano. Si no hay plata de por medio, pierden el interés. Este país es tan capitalista como cualquier otro. Y más vale no descuidarse porque en la mínima distracción te pueden aventajar.
Una noche, tocando la guitarra con amigos en la calle, se acercan algunos jóvenes cubanos. Muchos llegan con buenas intenciones y atraídos por los instrumentos de música, lo que al poco tiempo da cuenta de que de verdad traen el ritmo en la sangre. Tan cómodos nos sentimos, y como uruguayos que somos entramos rápido en confianza, que olvidamos que no todos pueden tener la misma buena intención del resto. En efecto, uno de ellos mete la mano en un bolso que por suerte esta siendo vigilado por su dueño y le llama la atención. El momento pasa y el chico es invitado a retirarse por los otros jóvenes locales. Igual la amargura de sentir la necesidad que tienen esos jóvenes nunca se irá.


El taxista que me lleva al aeropuerto el día que tomo el avión de vuelta, como ve que no hablo, me pregunta si volveré algún día. Ensimismado en mis pensamientos, lo miro y le confieso: “Realmente no creo, al menos no como turista.” “Aunque quizás a estudiar algo”, mentí.

Me cuenta que trabaja para el gobierno, es ingeniero industrial y que estando al servicio fue enviado a estudiar a la URSS. Cuando llegó no lo contrataron como habían prometido y tuvo que buscarse la vida de taxista.
Cierro los ojos y me digo una vez más “Que suerte que me voy y que puedo tomarme un avión a mi país. Se me fueron las ganas de quedarme un minuto más en esta isla.”

viernes, 23 de abril de 2010

El fin de algo-Hemingway, adaptación

El sol comienza a caer sobre la bahía de Hortons. Las ruinas de un antiguo aserradero, los troncos cortados y el aserrín junto al lago son testigos del gran movimiento que tuvo el pueblo hace algún tiempo. Ahora reina un absoluto silencio.
Solo se escucha el sonido de un bote con dos personas dentro, que se desliza silenciosamente sobre el agua. Nick y Marjorie pescan mientras se dirigen hacia la punta de la bahía. Hablan de épocas pasadas y recuerdan con nostalgia viejos tiempos. Siguen remando y ven truchas saltar del agua y alimentándose de otros peces. Marjorie sostiene que están comiendo y Nick asiente, pero admite que no quieren picar las carnadas de sus líneas.
Pasan por delante de donde saltaron, pero tampoco pican. Reman hacia la orilla y bajan del bote. Nick agarra algunas percas del balde que traían para encarnarlas y mira a Marjorie imitarlo. La corrige y le explica cómo hacerlo bien.
Luego de encarnar dos en los anzuelos de la tanza, acomoda la caña en la orilla entre unas piedras para que no se mueva. Marjorie toma el bote, se coloca la tanza entre los dientes y rema hacia el lago. Llegado el momento, Nick le dice donde tirar la línea. Ella le obedece y vuelve.
Nick repite la acción con la otra caña y ajusta el carretel para esperar a que la trucha muerda el anzuelo. Marjorie vuelve a dejar la línea en el lugar indicado por Nick, en una parte del lago un poco alejada de la otra línea. Vuelve hacia la bahía y clava el bote en la orilla, Nick la ayuda a arrastrarlo hacia la parte alta de la playa.
Marjorie le pregunta preocupada qué le pasa. Ensimismado en sus pensamientos, Nick le responde que no sabe y junta leña absorto de lo que sucede.
Hace fuego junto a la orilla. Marjorie va hacia el bote y trae una manta, la despliega entre el fuego y el lago. Se coloca de espaldas a la fogata mientras Nick llega, se sienta junto a ella.
Aún queda luz y pueden ver el reflejo del fuego en el agua así como en las cañas anguladas por la tensión de las tanzas.
Marjorie desempaca la cena del canasto e invita a Nick a comer. Mastican sin hablar, mirando los destellos de luz sobre el agua.
Nick acota que habrá luna esa noche y Marjorie asiente. Dice que ya lo sabe y Nick agrega que fue él quien le enseñó todo, como buscando que reaccione. Miran la salida de la luna detrás de las colinas en silencio y sin tocarse.
Marjorie le pregunta cuál es su problema. Nick dice que ninguno pero ella no le cree. Sin dejar de contemplar el paisaje, admite que ya no lo encuentra divertido. Luego la mira. Marjorie, dándole la espalda, no le contesta. El agrega que todo se ha ido al infierno dentro de sí. Mira su espalda y ella le pregunta, casi resignada, si ya no le divierte el amor. Le contesta que no, cortado, seco.
Marjorie se para como para irse y Nick no se mueve, mantiene la cabeza entre las manos. Toma el bote y le dice a Nick que puede volver caminando. Le ofrece ayudarla con el bote pero ya no es necesario: Marjorie rema en dirección opuesta a la bahía.
El se acuesta boca abajo y apoya la cara en la manta cerca del fuego. Escucha los remos entrar y salir del agua empujando el bote lejos de la costa. Medita un tiempo sobre lo que acaba de suceder. Escucha que alguien viene atravesando el bote pero no se mueve. Es su amigo Bill acercándose al fuego que al llegar tampoco lo molesta. Le pregunta cómo ha salido todo y Nick le contesta que bien, sin sobresaltos. No levanta la cara de la manta, está dolido por la ruptura. Le pide a Bill que lo deje solo. Su amigo le hace caso y elige un sándwich del canasto del almuerzo antes de dirigirse hacia donde están las cañas.

yiyena

Mientras bebo mi segunda cerveza en la barra, la puerta del bar se abre una vez más. Además del ruido que viene de la calle noto como la mirada del barman se dirige por sobre mi hombre directamente hacia la entrada, El bar está casi repleto de hombres, pero también hay algunas jineteras. Yiyena atraviesa el salón central con la sensualidad que siempre la caracterizó, logrando que varios tipos contengan el aliento ante su presencia. No es para menos, ella es hermosa: sus larguísimas piernas terminan en unas ancas perfectas y su piel color ámbar oscuro hace juego perfectamente con su pelo. Sus ojos, también negros, miran sin mirar a todo aquel que le dirige la mirada.
Se sienta delicadamente a la mesa del fondo a esperar que alguno muerda el anzuelo. Sólo con sus atributos físicos es suficiente, aunque la mirada es su arma más letal; uno a uno los va atrapando.
Primero, el hombre solitario de la mesa del fondo. Tiene al menos cuarenta años y está gordo de lujuria. Su atuendo me dice que es un hombre muy adinerado. De todas maneras no necesita demasiado para llevársela del lugar. O quizás sí, porque luego de una corta charla con la chica, vuelve con cara de disgusto a su mesa.
Los segundos que “pican” son los dos asiáticos sentados en la mesa contigua. Su ropa me hace suponer que vienen del puerto, más aún, directamente desde allí. Tal vez acaban de desembarcar de un barco mercantil o tan sólo trabajan en ese lugar. Lo sé por el olor que emanaban cuando pasé a su lado al volver del baño.
Luego de una extensa charla, en la que no paran de reír y mofarse de la situación, la chica todo lo dice con su expresión. De manera educada y siempre sonriente, ella les dice algo al oído que les hace perder todo lo que puede tener de chistoso esta conversación. Es mucho para un simple marinero. Sin embargo, de no ser así, ambos hubieran pasado una noche para el recuerdo y Yiyena, una para el olvido. Suerte para ella, se ahorró una desagradable velada.
El tercer afortunado en recibir la invitación es el veterano de la mesa uno. Tal vez no llega a los setenta pero seguro pasa los sesenta y cinco inviernos.
Su aspecto me hace pensar que es sueco o noruego. Por su calvicie y por su falta de dientes, ha tenido una vida ajetreada. Es un héroe de guerra o tan solo un drogadicto retirado en busca de algo que le satisfaga al menos por un rato. Pero el tampoco se lleva el premio mayor. “Yiye”, como le gusta que la llamen, hoy tampoco encuentra en este bar a su cliente.
Se levanta y al dirigirse hacia la puerta, ya nadie la mira.
“Otra prostituta asquerosa” piensa el barman, mi padre, antes de verla salir.