ELEFANTE BLANCO (mayo 2012)
La última película de Darín me pareció buena, dura, pero fiel reflejo de un
sector de la sociedad argentina: las villas. Pobreza, violencia, injusticia,
corrupción y lucha son sinónimos de la vida en la villa 31. También respeto y
piedad para los más desfavorecidos. Hay una historia de entrega y ayuda por
parte del sacerdocio, que se mezcla con la impotencia y el cansancio que
provoca aquel acto de voluntad.
Trapero nos mete en la villa misma y nos hace recorrer de este lugar sin recursos, donde la lluvia se
vuelve una gran incomodidad para sus habitantes. Después todo lo que ya conocemos:
cumbia, tiros de pistola, narcotráfico y edificios sin terminar. La película
por momentos coquetea con mostrar la
corrupción en la iglesia, sin ser explícito en cuanto a su opinión al respecto.
Una vez más el cine argentino nos muestra políticos
deshonestos, lo que ya se reconoce como patrimonio nacional. En este lugar la
justicia no se acuerda de quién actúa con buena voluntad, ni de las personas
que apuestan a favor del cambio de consciencia social.
Sin duda es una historia que sólo podría funcionar en un
país como Argentina. Bien planteado por parte de los realizadores que nos
muestran la cruda verdad en uno de los lugares más desfavorecidos. Donde por
supuesto, la culpa no es de quienes cometen los pecados.