sábado, 24 de abril de 2010

Cuba libre

“No se si estoy de acuerdo, en realidad toda la vida he vivido así y no tenemos alternativa”: me confiesa Oscar mientras abre un coco con un machete. El es dueño de una casa en Matanzas habilitada para recibir turistas; la primera noche que paso aquí ya me sorprendo al escuchar comentarios de descontento hacia la política castrista. Al poco rato, tomando ron de la botella con muchachos de mi edad en la salida de un boliche, me confirmaban lo anterior: “Esto es un calvario, Alesis, no hay opción de elegir. No se puede trabajar, aquí lo que se hace es trabajos en negro para la gente; yo por ejemplo, pinto autos. Así nos retribuimos los favores y nos ayudamos entre nosotros”.

Esta forma de ganarse de la vida ilícitamente es una de las tantas caras ocultas en este régimen. Curioso resulta darse cuenta que ante cada verdad, hay una mentira por detrás convirtiéndose todo en una doble realidad insoportable.

Renta legal/ilegal
Los propietarios legítimos de las casas alquilan las habitaciones para recibir turistas. Así las afortunadas familias logran ingresar algunos dólares más a su hogar y se convierten en los privilegiados de la clase media-alta. Esta actividad es regulada estrictamente por el estado que si encuentra alguna irregularidad pone multas casi imposibles de pagar. Los impuestos son tan altos que muchas veces los ciudadanos declaran menos habitaciones de las que tienen para alojar turistas.

Una noche en Trinidad, pueblo turístico metido en medio de las sierras, vivimos una desagradable experiencia: Pasada la medianoche entraron agentes de policía para controlar los servicios que presta la dueña de la casa. Nos despertaron, hicieron algunas preguntas, revisaron nuestros pasaportes y se fueron. Al otro día nos enteramos que a la dueña la multaron con u$s 1500

Extrema pobreza/riqueza
La gran mayoría de sus habitantes vive en la miseria que contrasta con la situación de algunos pocos que viven una lujuriosa vida. Es espeluznante la diferencia que existe entre la zona residencial de los embajadores y miembros del partido revolucionario, que parece Berberlly Hills, y La Habana vieja. Puede que allí los edificios estén restaurados a la perfección y acondicionados al mayor placer burgués pero aquí se caen a pedazos.
"Fidel actualmente vive sus últimos días en una mansión de su cayo privado en la costa isleña, me dice Jesus al volante de un coche habilitado por el estado para llevar turistas por los descuidados caminos que recorren la isla. Además agrega: “Datos como ese se saben pero se ocultan ya que nadie debería saberlos. Otra de las tantas inentendibles realidades en las que está inmersa nuestra cultura”. En el trayecto Trinidad-La Habana me confiesa, señalando unos niños pobres al borde de la ruta: “Yo creo que Fidel no debe estar ni enterado de lo mal que vive este sector de la sociedad, ni de cómo empeoró la situación luego con Raúl…”

Materias primas y alimentación
En el mismo viaje, refiriéndose a los campos cultivados a nuestro alrededor, Jesús me dice: “Ese café y tabaco producido aquí se exporta todo. No vemos nada de eso en nuestro hogar, nada queda para consumo interno. Al menos no para la mayoría de la población”.

"Muchas de las materias primas producidas en el país se exporta a beneficio de una minoría, aquella que maneja la economía del país y mantiene al resto de la población en un constante deterioro." Por eso casi no se ofrece carne en los menús de los restoranes al alcance de la población y mucho menos en los hogares, donde prácticamente no se toma leche. Eso sumado al escaso café disponible en los pocos mercados que hay y la casi inexistencia de frutas y verduras.

Los precarios desayunos en las casas de las familias son imposibles de comparar a los nuestros.
Los precios suelen estar en pesos convertibles cubanos (CUC), que es la moneda que utiliza el turista. Sin embargo quienes trabajan cobran en pesos cubanos, equivalente al peso uruguayo, y así la vida se vuelve bastante cara para los habitantes.
Los cubanos menos favorecidos se alimentan muy mal sin tener tampoco muchas opciones: hoy quizás coman baratas salchichas o un sándwich de cerdo, en los incontables puestos de “perros calientes”, pero mañana es probable que repitan el menú. Ni hablar de comer una manzana y mucho menos un tomate.
La mala alimentación se refleja directamente en el aspecto de las personas que, al comer desbalanceado, sufre un deterioro notable. Sin llegar a la obesidad, mucha gente presenta problemas de sobrepeso al nivel de, año tras año, presentar deformaciones en su cuerpo.

En Varadero, recorro la ciudad a pie buscando naranjas y frutos tropicales, pero lo único que encuentro son algunas bananas. Fue muy difícil lograr que la gente me orientara hacia algún supermercado para comprar frutas.
“¿Frutas? Aquí tienen bananas” me dicen, “No, gracias, necesito frutas que tengan jugos como ¿naranjas, mandarinas…?”. Primero me dicen que es imposible, ese tipo de frutas no se venden en los mercados. Luego, ante mi insistencia, intentan darme indicaciones pero ninguno logra su cometido y terminan por enviarme hacia cualquier dirección. Ellos están acostumbrados a transportarse en bici-taxis: delante uno pedalea y detrás pueden sentarse una o dos personas más. Estos rodados también son habilitados y controlados por el estado. Solo los cubanos están permitidos a viajar en ellos y por más que uno insista, se resisten a llevar turistas, ya que pueden ser multados. Otra de las tantas contracaras de este país porque el turismo es el principal ingreso para los cubanos.
Varias veces en el trato con las personas noté que las conversaciones debían ser en un marco de diálogo bastante claro. Es decir, si uno los complica demasiado no saben cómo responder. Me pasó cuando le pedí cambio a la cajera de un bar o cuando pregunté para modificar los ingredientes del menú elegido. No entendieron porque les pedía tal cosa.
Son personas que nunca salieron del país ni saben exactamente qué sucede más allá de los límites de la isla, porque quizás tampoco estudiaron en la universidad. Evidentemente, sus límites no van más allá de los de la isla.
Con respecto a las frutas cítricas, me terminé consolando con un jugo en caja, ya que me fue imposible encontrar una sola naranja.

“Disculpe, ¿existe la libertad de expresión?”
Muchos no tienen dinero para comprarse un pasaje e irse del país, ni tampoco para empezar una vida afuera, pero eso poco importa: están condenados a vivir toda su vida en la isla. No se les permite viajar y mucho menos saber cómo viaja la gente por el mundo ya que no tienen acceso a Internet.

Tampoco es suficiente la información en los diarios que les permita hacerse una vaga idea de cómo es el mundo porque las noticias y los informativos televisivos no informan democráticamente.

En los diarios solo se leen noticias de países sudamericanos de régimen socialista como Venezuela, Bolivia, pero poco del resto del mundo. Las opiniones también son segmentadas ya que solo aparecen aquellos testimonios que estén a favor del régimen. Recuerdo uno que me llamó mucho la atención, fue en el periódico local “Gramma” del 2009-12-17. En la contratapa un chico declaraba su respeto y su admiración por Fidel porque había sido aceptado para estudiar en Cuba. El muchacho es norteamericano…
La libertad de expresión no existe y esto significa mucho más que coartar la posibilidad de cualquier ser libre de decir lo que quiera o sienta. Nadie puede desarrollarse, poner un kiosco ni criticar la política.

La experiencia vivida en el XIII Encuentro Felafacs de facultades de comunicación social habla por sí sola:
En una de las tertulias un estudiante mejicano cuestionó porqué los cubanos no tenían acceso a Internet. Al concluir la jornada dos oficiales lo estaban esperando en la salida para “acompañarlo”. El chico fue deportado del país horas después.

Educación y salud para todos pero no gratuita
Todos los cubanos tienen la posibilidad de cursar estudios terciarios ya que no pagan por ello. La educación es libre y todos pueden obtener un diploma universitario. De todas maneras, para los chicos que vienen de los pueblos cercanos a la capital, se torna complicado debido a los elevados costos que insume. Asimismo, existen incontables ingenieros y doctores, maestras y abogadas, dentistas y artistas vagando en las calles. Si tienen suerte, manejan un taxi o atienden a los turistas en bares y cafeterías locales.
Muchas de las chicas que no logran recibirse por diferentes motivos, tienen que dedicarse a ser jiniteras, como le dicen a quienes practican la prostitución.
El país no avanza, literalmente ha quedado en los años cincuenta. La gente, al no tener demasiada libertad de acción, pasa las horas matando el tiempo con amigos en las esquinas. La desesperante quietud se transmite en sus miradas. Si bien no tienen la posibilidad de trabajar reciben por parte del Estado un sueldo de menos de US$ 20 que no les permite llegar a fin de mes.


Lo de la salud gratuita cada vez más lo miro con más escepticismo. La primera noche que pasé en Trinidad, Mariana me cuenta que es madre de dos adolescentes y que al mayor de sus hijos lo habían internado por precaución por tener síntomas de la gripe A. Luego de algunos días, y tras pasarse el caso entre varios doctores, lo dejaron en observación unos días más. Cuando lo diagnosticaron, tuvieron que esperar 48 hs para recibir los medicamentos adecuados.
Ante mi pregunta de si deseaba otra realidad para sus hijos me contesta: “Aquí un grupo de personas por dos mil euros te llevan hasta Ecuador. No tengo ese dinero a menos que venda mi casa pero eso tampoco me da la garantía de tener éxito en un país desconocido. Encima no podré volver nunca más a Cuba…”

(sigue abajo)

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