sábado, 24 de abril de 2010

¿Libre de que?

Autos al servicio del turista
Todo el que tiene un coche, heredado o dispuesto por el gobierno, ya que no pueden comprarlo, lo utiliza de taxi esté como esté. Muchos son ilegales porque de otra manera deben pagar altísimos impuestos. Estos sí que andan con cuidado por las calles; si algún policía los agarra, llevando turistas sin la licencia correspondiente, corren el riesgo de ir presos.
Un día acordamos con un hombre que por cinco dólares nos llevaría hasta el centro desde el Palacio de las Convenciones, donde se desarrollaba el congreso. El destartalado coche se apaga en la mitad del trayecto, justo frente a dos oficiales de policía que no notan el infortunio. El conductor se baja y comienza a empujarlo calle abajo.

“Hacia la sombra”, asegura, pero supongo que es porque no quería que los policías de tránsito se dieran cuenta de su delito: no tenía licencia para transportar turistas. Abrió el baúl y sacó una botella plástica con apenas un poco de combustible. Se lo echó al tanque y al ver que el auto no revivía, frenó un taxi y le pidió al conductor si podía completar nuestro viaje.

Turismo sexual
El turismo sexual en Cuba es cosa del diario vivir, de todas partes del mundo llegan extranjeros buscando este tipo de placer. El jineterismo es práctica común de la mayoría de las mujeres y de homosexuales. Convirtiéndose en otra de las tantas contradicciones ya que se prohibe la prostitución pero se permite practicarla, al menos la ley hace la vista gorda. Existe una industria desmesurada en torno a esta actividad que involucra a todos los estratos de la sociedad. De esta manera, sobre todo las chicas mas jóvenes, obtienen dinero del codiciado turista para solventar sus gastos.
Entonces el turista se convierte en una excelente fuente de ingreso. Las chicas se toman el tiempo de ponerse a charlar contigo porque seguramente consigan con su encanto sacarte cincuenta o sesenta dólares por un rato de sexo. Lo más curioso es que todo lo hacen en un constante apuro y con la ayuda de su “chulo” (proxeneta). Muchas veces la gente del lugar es la que mira si no vienen policías ya que de verlas trabajar de esa manera, las pueden apresar. La represión es constante por lo que si no se unen y ayudan entre ellos para ganar algunos dólares más, no escapan al asedio de la policía.
Mi evidente pinta de turista me delata. En cada lugar que voy recibo incontables ofertas para tener sexo a cambio de dinero.

Muchas veces les ofrezco solo tomar algo y conversar un poco ya que me interesa saber que piensan acerca de la situación social o de la suya en particular. Igual estas chicas no se contentan solo con tomar una cerveza. Estarían perdiendo el tiempo, seguramente encuentren algún turista que pague esa suma de dólares que exigen por su compañía.
Una noche en Matanzas se me acerca una chica con aquellas intenciones que yo conocía. Luego de mi negativa, le ofrezco tomar algo y poder conversar un poco. El tiempo que demoro en ir hasta la barra y volver donde la chica es suficiente para que los policías, vestidos de civil, vayan hasta ella y se la lleven del lugar. No creo que haya caído presa porque seguramente los oficiales le hayan pedido algún “favor” a cambio a la chica. Práctica común en el país donde el gobierno asegura que no existe la corrupción, sin embargo todos te confiesan que así es como trabaja la policía.

Hipocresía cubana
Muchos hombres se te acercan para ofrecerte desde un taxi, cigarros o ron, hasta mujeres. Incluso llevan consigo un catálogo con sus fotos. Así intentan caerte bien de alguna u otra manera y conseguir que les des algo, lo invites a una cerveza o le des plata para comer. También sirve cualquier ropa, un jabón o incluso un poco de champú.

De esta manera las relaciones pasan a ser tan vacías y superficiales que ni ganas dan de ponerse a hablar con un cubano. Si no hay plata de por medio, pierden el interés. Este país es tan capitalista como cualquier otro. Y más vale no descuidarse porque en la mínima distracción te pueden aventajar.
Una noche, tocando la guitarra con amigos en la calle, se acercan algunos jóvenes cubanos. Muchos llegan con buenas intenciones y atraídos por los instrumentos de música, lo que al poco tiempo da cuenta de que de verdad traen el ritmo en la sangre. Tan cómodos nos sentimos, y como uruguayos que somos entramos rápido en confianza, que olvidamos que no todos pueden tener la misma buena intención del resto. En efecto, uno de ellos mete la mano en un bolso que por suerte esta siendo vigilado por su dueño y le llama la atención. El momento pasa y el chico es invitado a retirarse por los otros jóvenes locales. Igual la amargura de sentir la necesidad que tienen esos jóvenes nunca se irá.


El taxista que me lleva al aeropuerto el día que tomo el avión de vuelta, como ve que no hablo, me pregunta si volveré algún día. Ensimismado en mis pensamientos, lo miro y le confieso: “Realmente no creo, al menos no como turista.” “Aunque quizás a estudiar algo”, mentí.

Me cuenta que trabaja para el gobierno, es ingeniero industrial y que estando al servicio fue enviado a estudiar a la URSS. Cuando llegó no lo contrataron como habían prometido y tuvo que buscarse la vida de taxista.
Cierro los ojos y me digo una vez más “Que suerte que me voy y que puedo tomarme un avión a mi país. Se me fueron las ganas de quedarme un minuto más en esta isla.”

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